Diez días después del trágico derrumbe de un edificio que albergaba fábricas de ropa el ambiente se ha vuelto más repulsivo para los equipos que laboran en la recuperación de cadáveres en el lugar.
La cifra de muertos aumentó el sábado a 547 y el hedor a carne descompuesta es una evidencia nauseabunda de que los trabajos no han concluido.
Según los socorristas, la descomposición de algunas víctimas sepultadas está tan avanzada que los trabajadores han encontrado huesos descubiertos. Desde la tragedia ocurrida el 24 de abril en Savar suburbio de Dacca el calor ha alcanzado 32 grados o más en tanto que las temperaturas más bajas rara vez se ubican debajo de 27 grados.
“Los cadáveres están despidiendo mal olor. Estamos utilizando aromatizantes de aire para trabajar aquí”, dijo el bombero Mohibul Alam en el lugar del derrumbe. De todas formas la pestilencia por la descomposición sigue siendo abrumadora.
Los cuerpos se han descompuesto a tal grado que ha sido imposible identificarlos, dijo Alam, pero en algunos casos sí fue posible saber quiénes eran porque traían consigo sus tarjetas de identificación.
Al parecer algunas de las víctimas que estuvieron más cerca de poder escapar están entre las últimas en ser recuperadas. Apenas ahora los socorristas han excavado con la suficiente profundidad, valiéndose de grúas y otro equipo como para alcanzar las escaleras de la planta baja.
El número oficial de desaparecidos es de 149 desde el miércoles, aunque los cálculos extraoficiales consideran que la cifra es más elevada.
La tragedia en Savar es probablemente el peor accidente en una fábrica del sector textil y ha habido pocos accidentes industriales de cualquier clase con una cifra de muertos mayor.
El número de personas que perdieron la vida en Savar excede al de las 146 que murieron en el incendio en 1911 en la fábrica Triangle Shirtwaist en Nueva York y a las 260 en un incendio en Pakistán en 2012, así como a las 112 en otro en Bangladesh el mismo año.