Fue cuando la granada de gas lacrimógeno llegó a sus pies y un hombre enmascarado la recogió y se la lanzó a los policías que la maestra de preescolar Andrea Coelho decidió que estaba a favor del joven y sus colegas anarquistas del Bloque Negro.
Coelho fue uno de miles de maestros que marcharon por el centro de Río de Janeiro para exigir mejores salarios y condiciones en las escuelas cuando la policía decidió dispersar la manifestación. Unas noches antes los maestros en huelga que ocupaban el edificio del Ayuntamiento fueron golpeados a sacados a rastras por la policía.
“Fue el Bloque Negro el que me protegió en esa protesta”, dijo Coelho, de 47 años, al comienzo de una marcha la semana pasada que una vez más se convirtió en u enfrentamiento entre anarquistas y policías.
Esa tipo de opiniones ha ayudado a los anarquistas brasileños a convertirse en una fuerza importante detrás de las protestas en semanas recientes. Las manifestaciones se han reducido en envergadura, pero no en frecuencia, desde que las masas se lanzaron a las calles en junio, hartas de muchos problemas relacionados con la corrupción, los malos servicios públicos y los grandes gastos en eventos deportivos.
El lunes hubo más protestas cuando los manifestantes se lanzaron a las calles para criticar la licitación de un gran yacimiento petrolero marítimo, que según los sindicatos brasileños del sector debe permanecer en manos nacionales, y los anarquistas protestaron en el centro histórico de Río para apoyar la huelga de maestros y trabajadores del petróleo.
El Bloque Negro es una forma violenta de protestas y vandalismo que surgió en los años 1980 en Alemania Occidental y fue un factor en la suspensión de la Cumbre Mundial de Comercio en Seattle, Washington, en 1999. Está claro que los enmascarados jóvenes brasileños siguen los principales dictados anticapitalistas de versiones anteriores del movimiento, con ataques a bancos y empresas multinacionales durante las manifestaciones y el enfrentamiento directo con la policía antimotines.
La diferencia en Brasil, dicen los expertos, es que las tácticas no han sido rechazadas con rapidez por los manifestantes menos violentos, como ha ocurrido en lugares como México, Chile y Venezuela. Eso pudiera permitir que el movimiento crezca significativamente.