Docenas de hombres que realizan guardia en un camino lleno de baches que corta a través de arboledas de limón y campos de maíz, son sólo una pequeña parte de las autodefensas, que se extienden por el oeste de México. A medida que cuentan sus historias, surgen temas comunes: fueron miembros de las pandillas de Los Ángeles, o trabajadores de la construcción en Texas que fueron deportados. O Recolectores de manzana del estado de Washington que fueron despedidos.
Muchos fueron migrantes de Estados Unidos que no regresaron, algunos voluntariamente, pero más a menudo, para trabajar en el estado de Michoacán. Tomaron las armas, después de sufrir extorsiones por parte de Los Templarios.
“Todo el mundo está con nosotros, toda la gente”, dijo Edgar Orozco, un ciudadano estadunidense de 27 años de edad, quien dejó su trabajo en un taller de carrocería en Sacramento hace nueve meses para unirse a la pelea después de Los Caballeros Templarios mataron a su tío y su primo. “Nosotros no nos vamos a desarmar. Nunca”.
Uno de los líderes de las autodefensas, José Manuel Mireles, vivió durante varios años en Sacramento y trabajó para la Cruz Roja. Después que resultó herido en un accidente aéreo a principios de este mes, la mayor parte de la dirección militar del movimiento quedó a cargo de quien fue vendedor de El Paso llamado Luis Antonio Torres González, conocido como “El Americano”, por haber nacido en los Estados. Se unió a las Autodefensas después de que fuera secuestrado en unas vacaciones familiares en Michoacán en octubre de 2012. Sus familiares vendieron sus tierras para pagar un rescate de 150 mil pesos.