En una sesión improvisada de preguntas y respuestas de finales del mes pasado en la Casa Blanca, se preguntó al presidente Trump sobre los esfuerzos de la nación para bloquear a Huawei, la empresa china de telecomunicaciones, a fin de impedirle hacer negocios en Estados Unidos y con nuestros aliados en el mundo.
“Huawei es algo muy peligroso”, dijo Trump. Luego, casi en la misma frase, agregó: “Es posible que Huawei se incluya en un tratado comercial. Si celebramos un tratado, puedo imaginarme a Huawei incluido de alguna forma o en cierta parte de un tratado comercial”, señaló el presidente.
A lo largo del fin de semana en Japón, Trump pareció elegir el tratado por sobre la seguridad nacional, ya que suspendió la prohibición a las empresas estadounidenses de suministrar equipo a Huawei, dado que espera lograr un acuerdo comercial con el presidente de China, Xi Jinping. Sin dar detalles, declaró que las empresas estadounidenses podrían vender a Huawei sin crear un “gran problema de emergencia nacional”.
Trump declaró esto aun cuando su propio secretario de Estado, Mike Pompeo, pasó los últimos meses viajando por el mundo advirtiendo a los aliados de Estados Unidos que Huawei es una amenaza a la seguridad tremendamente peligrosa e instruyéndoles que congelaran las operaciones con la empresa.
El senador Marco Rubio, republicano de Florida, uso Twitter para decir que esta vuelta atrás de Trump era “un error garrafal” que “destruirá la credibilidad de las advertencias de su gobierno sobre la amenaza que supone la empresa; nadie volverá a tomarlas en serio” (Trump aplicó la misma estrategia con ZTE a principios de este año prohibiéndola, solo para luego revertir la prohibición con el fin de apaciguar a los chinos).
Aunque para Trump Huawei pueda ser a la vez algo “peligroso” y un peón en la guerra comercial, la verdad es que puede ser algo totalmente distinto.
Huawei es la amenaza competitiva a largo plazo más significativa para el dominio de Estados Unidos del futuro de la tecnología inalámbrica. Además, Estados Unidos está desafortunada y lamentablemente rezagado en este tema.
Sin importar lo que Estados Unidos haga para poner trabas a Huawei —y la más reciente postura de Trump solo acelerará su ascenso—, no alterará un problema fundamental que nubla este debate: Estados Unidos necesita una estrategia significativa para liderar al mundo en la tecnología inalámbrica de la próxima generación, una especie de Proyecto Manhattan para el futuro de la conectividad.
No me crean a mí.
En abril, en medio de la agitación ocasionada por el informe de Robert S. Mueller III, el fiscal especial que investigó la interferencia rusa en la elección, se emitió otro informe gubernamental alarmante, mismo que, en términos generales, fue ignorado.
Su autor fue Defense Innovation Board, un grupo de líderes empresariales y académicos que asesora al Departamento de Defensa. Y fue una crítica mordaz de los esfuerzos por la tecnología 5G del país.
El líder de la tecnología 5G ganará cientos de miles de millones de dólares en ingresos a lo largo de la próxima década, con la creación generalizada de empleos en todo el sector de la tecnología inalámbrica”, escribió el organismo, el cual reúne a los personajes más importantes del mundo de la tecnología, como el expresidente de Alphabet, Eric Schmidt, el fundador de LinkedIn, Reid Hoffman, y Walter Isaacson, escritor y ex director ejecutivo de Aspen Institute.
“El país que sea propietario de la tecnología 5G poseerá muchas de estas innovaciones y establecerá las normas para el resto del mundo”, escribió el organismo.
Agregó sin vacilar: “Actualmente, no parece probable que ese país sea Estados Unidos”.
No sorprende. Ninguna empresa estadounidense fabrica los dispositivos que transmiten las señales inalámbricas a gran velocidad. Huawei es el claro líder del ramo, la compañía sueca Ericsson está en un segundo lugar distante y la finlandesa Nokia, en tercer lugar.
Resulta casi sorprendente que el Departamento de Defensa haya permitido que el informe se publicara, dada la honestidad contundente de la evaluación sobre la falta de innovación en el país y lo que se identificó como uno de los principales impedimentos para lanzar la red 5G en Estados Unidos: nada menos que el Pentágono.
Defense Innovation Board dijo que el espectro de banda ancha necesario para crear una red exitosa no estaba reservado para propósitos comerciales, sino para el Ejército.
Para funcionar de manera óptima, la red 5G necesita lo que se conoce como espectro de banda baja porque permite que las señales lleguen más lejos que en el espectro de banda alta. Cuanto más lejos viaje la señal, menos infraestructura hay que desplegar.
En China e incluso en Europa, los gobiernos han reservado el espectro de banda baja para la red 5G, lo cual hace a esta tecnología eficiente y menos costosa para proveer a sus países conectividad inalámbrica de alta velocidad. En Estados Unidos, el espectro de banda baja se reserva para el Ejército.
La diferencia que esto genera es radical. Google llevó a cabo un experimento para Defense Innovation Board, en el que colocó transmisores 5G en 72.735 torres y techos. Usando el espectro de banda alta, los transmisores dieron cobertura solo a un 11,6 por ciento de la población de Estados Unidos a una velocidad de 100 megabits por segundo y solo a un 3,9 por ciento a un gigabit por segundo.
Si los mismos transmisores pudieran usar el espectro de banda baja, un 57,4 de la población tendría cobertura a 100 megabits por segundo y un 21,2 por ciento a un gigabit por segundo.
En otras palabras, el espectro que se ha asignado en Estados Unidos para la comunicación comercial en la red 5G hace que esta tecnología sea considerablemente más lenta y más cara de introducir que en cualquier otra parte.
Ese es un desincentivo comercial y pone a Estados Unidos en una clara desventaja.
El desafío del espectro crea un bucle de retroalimentación negativa para los fabricantes, lo que puede ayudar a explicar por qué ninguna empresa estadounidense importante ha entrado en la contienda tecnológica.
No obstante, desde que el presidente Trump emitió una orden ejecutiva que prohibió la compra de equipo a empresas que suponen una amenaza a la seguridad nacional —lo cual incluye a Huawei—, la capacidad de las empresas estadounidenses de expandir sus redes 5G está amenazada, en especial en las áreas rurales.
Las empresas telefónicas estadounidenses como AT&T y Verizon pueden acabar buscando fabricar sus propios transmisores dada la escasez de opciones.
No ganar la contienda de la tecnología 5G tendrá consecuencias. “Si China encabeza el campo de la infraestructura y los sistemas 5G, entonces el futuro ecosistema 5G probablemente tenga componentes chinos incluidos en todo”, escribió Defense Innovation Board.
Esto representaría una grave amenaza a la seguridad de las operaciones del Departamento de Defensa y al avance de las redes”.
Una de las recomendaciones del organismo es que el Departamento de Defensa comparta su espectro de banda baja para acelerar el desarrollo comercial de la tecnología en Estados Unidos.
Si bien compartir el espectro trae consigo retos de seguridad específicos, Defense Innovation Board hizo notar la posibilidad de beneficios únicos y sorprendentes: “La integración del uso gubernamental y civil puede brindar una capa de seguridad al permitir que el tráfico militar ‘se esconda a la vista de todos’ a medida que el tráfico se vuelva más difícil de ver y aislar.
De igual modo, los adversarios podrían sentirse disuadidos de afectar este espectro porque podrían estar operando en las mismas bandas”.
Nada de esto tiene la intención de sugerir que Huawei no representaría una amenaza para la seguridad nacional si el gobierno chino la usara para espiar a adversarios extranjeros en el futuro (aunque, vale la pena decir que no hay evidencias presentadas públicamente por ninguna agencia estadounidense de que el hardware de la empresa se haya usado de esa forma… hasta ahora).
Tampoco debería interpretarse como una apología del historial de Huawei de robo de propiedad intelectual, que se ha documentado muy bien.
Sin embargo, compartir el espectro debería ser solo el comienzo. Los legisladores deben comprender que el “mercado” en Estados Unidos no está trabajando como debería, en especial cuando actores estatales como China están dando su apoyo a empresas como Huawei.
Si Estados Unidos va a liderar el mundo, Washington necesita reflexionar seriamente acerca de los incentivos que les proporciona a las empresas, no solo en términos de investigación y desarrollo, donde todavía va a la cabeza, sino también para la fabricación de la tecnología que debemos controlar por el bien de la nación, así como sobre qué fusiones permite.
Una mañana de finales de febrero, Trump escribió un mensaje en Twitter: “Quiero que Estados Unidos gane mediante la competencia, no bloqueando tecnologías más avanzadas en la actualidad”.
Esa meta es valiosa y alcanzable, pero requiere más que la solución temporal en forma de un acuerdo comercial o una lista negra. Requiere una nueva estrategia.
Tal vez tendremos una a tiempo para la tecnología 6G.