Los focos ahorradores contienen entre 5 y 20 miligramos de mercurio, cuyo vapor, al ser liberado cuando se rompen en una habitación o en el traslado a los basureros, representa una amenaza a la salud del ser humano y contaminan el ambiente.
Aunque una pieza no contiene mucho de este metal, basta que se quiebre uno para contaminar un cuarto de pequeñas dimensiones; en ese caso es necesario desalojar la habitación durante cuatro horas, dijo a Excélsior la doctora en ciencia médica de la Universidad de Brown, Agnes Kane.
“La cantidad de mercurio de un foco ahorrador es menor a la que tiene la amalgama de una muela”, dijo a Excélsior el subsecretario de Gestión para la Protección Ambiental de la Secretaría de Medio Ambiente (Semarnat), Rafael Pacchianno Alaman. Pero los efectos del vapor de mercurio liberados son más dañinos.
Los efectos en la salud dependen en la cantidad de vapor inhalado y el tiempo de exposición, y van desde molestias para respirar hasta alteración a la visión.
De acuerdo a la Asociación para la Protección del Ambiente de Estados Unidos (EPA, por sus siglas en inglés) “toda cantidad de mercurio que se vierta en interiores puede resultar peligrosa, siendo los niños y mujeres embarazadas quienes resultan más afectados”.
“No se trata de dejar de usar los focos, sino de hacer conscientes del riesgo a las personas y de normar cómo se desechan”, dijo Kane.
Sin norma
Si bien las lámparas fluorescentes compactas autobalastradas (LFCA), como se les conoce también a los focos ahorradores, resultan útiles en el ahorro de energía, hecho por el cual en 2010 se comenzó en México el Programa Luz Sustentable –a concluir en 2014–, que ha originado la sustitución de 45.8 millones de bombillas incandescentes por estas lámparas, hay factores que no están regulados ni difundidos. Por un lado el riesgo a la salud por el mercurio contenido en ellas, y por el otro el correcto desecho de las mismas.
La NOM-017-ENER/SCFI-2012 regula las especificaciones de las lámparas fluorescentes en el mercado mexicano e indica que las etiquetas de los focos que compramos en el supermercado sólo deben decir que el producto contiene mercurio. “La norma no establece que la etiqueta indique la cantidad de mercurio en los focos”, dijo la directora de Certificación y Verificación de la Comisión Nacional del Uso Eficiente de la Energía (CONUEE), Norma Morales. La norma tampoco exige un instructivo sobre cómo manejar o desechar los focos.
Sin rastro
A tres años de haber sido repartidos esos más de 40 millones de las lámparas, la Semarnat trabaja en la NOM-160, que consiste en un plan de manejo de residuos. “Se está haciendo ahora porque la vida útil de los focos es de ocho mil horas, todavía no son desechados muchos de ellos”, explicó Pacchiano.
Si se toma en cuenta que en promedio los focos se usan ocho horas diarias, la vida útil es de tres años. Philips México, empresa encargada de llevar a cabo el Programa Luz Sustentable y que sí tiene un plan de manejo de residuos peligrosos, pero que no está integrado a ninguna norma, calcula que 0.02 por ciento de los focos ahorradores repartidos se romperían en el proceso, representando al menos 916 mil focos que ya han sido desechados sin tener rastro de ellos y sin un plan que comprometa al Estado a garantizar la seguridad de las familias que los tiran a la basura, de las personas que la recogen y trasladan a los tiraderos y del medio ambiente.