Los habitantes de las Filipinas suplican por alimentos, agua y medicinas mientras en las calles se puede ver cadáveres hinchados de víctimas del intenso tifón que azotó las islas.
Dos funcionarios dijeron el domingo que el tifón del viernes pudo haber matado a 10.000 personas o más, pero debido a que los cuerpos se recuperan con lentitud, la cifra oficial seguía muy por debajo de ese nivel. El ejército filipino confirmó que hay 942 muertos, pero las fallas en comunicaciones y transportes sugerían que la cifra definitiva puede tardar. El vocero presidencial Edwin Lacierda dijo que “oramos” para que el total de muertos sea inferior a los 10.000.
La policía custodiaba comercios para impedir saqueos pero no había nadie que se llevara los cadáveres, ni siquiera en la carretera principal que va del aeropuerto a Tacloban, la ciudad más perjudicada en la remota costa oriental.
En una pequeña base naval, ocho cadáveres hinchados, incluso el de un bebé, estaban sumergidos en las aguas en una zona anegada por la tormenta. Las autoridades dijeron que no tenían bolsas para recogerlos ni electricidad para preservarlos.
Desde el aire, Tacloban parecía un depósito de escombros en el que sólo unos pocos edificios de concreto permanecían en pie.
“No creo que haya una sola estructura que no se haya destruido o dañado seriamente de algún modo: todos los edificios, todas las casas”, dijo el brigadier general Paul Kennedy, de la infantería de marina de Estados Unidos, después de sobrevolar la ciudad en helicóptero, quien habló desde la pista en el aeropuerto, donde dos aviones de carga C-130 descargaban suministros.
Las autoridades dijeron que por lo menos dos millones de personas en 41 provincias se vieron afectadas por el tifón, que en las Filipinas se conoció como Yolanda y Haiyan en el resto del Asia. Es uno de los tifones más poderosos que hayan tocado tierra y probablemente el desastre natural más devastador en esta empobrecida nación del sudeste del Asia.
Soldados filipinos distribuían alimentos y agua en Tacloban, mientras equipos de evaluación deNaciones Unidas y otras agencias internacionales inspeccionaban la situación. Los militares estadounidenses enviaron alimentos, agua, generadores y un contingente de infantes de marina a la ciudad, la primera ayuda exterior.
“Por favor díganle a mi familia que estoy viva”, dijo Erika Mae Karakot, una sobreviviente de Tacloban,en la isla de Leyte, mientras formaba fila para recibir ayuda. “Necesitamos agua y medicinas porque mucha de la gente está herida. Algunos padecen de diarrea y deshidratación debido a la escasez de alimentos y agua”.
Las autoridades dijeron que evacuaron a unas 800.000 personas antes de la llegada del tifón, pero algunos de los centros de evacuación no resistieron el embate de los vientos y el agua. La Cruz Roja Nacional Filipina, responsable de advertir y aconsejar a la región, dijo que la gente no estaba preparada para una tormenta tan fuerte.
Emily Ortega, de 21 años y a punto de dar a luz, estaba entre quienes creían estar a salvo. Pero el centro de evacuación en el que buscó refugio fue devastado por una marejada de 6 metros (20 pies) y tuvo que nadar y aferrarse a un poste para sobrevivir. Llegó a salvo al aeropuerto, donde dio a luz a una niña. Bea Joy Sagales nació aparentemente sana y su llegada fue celebrada por el personal del aeropuerto y los médicos militares que asistieron el parto.
El presidente filipino Benigno Aquino III dijo en un comunicado que declaró “estado de calamidad nacional”, lo que permite al gobierno central despachar más rápidamente los fondos de emergencia e imponer controles de precios a los artículos básicos. Agregó que las dos provincias más afectadas fueron Leyte y Samar, con “destrucción masiva y pérdida de vidas”.
Los vientos de la tormenta disminuyeron a 120 kilómetros (74 millas) por hora al tocar tierra en el norte de Vietnam el lunes por la mañana después de cruzar el Mar del Sur de China, según el observatorio meteorológico de Hong Kong. El fenómeno fue degradado a tormenta tropical al llegar al sur de laChina más tarde el lunes.