Pueblos completos en la Costa Grande de Guerrero estuvieron a punto de desaparecer del mapa con las lluvias torrenciales de la tormenta tropical Manuel.
Para llegar allá es necesario abordar la única lancha tiburonera que cruza desde Barra de Coyuca, desafiando el mal tiempo y la adversidad. El Loco, como lo apodan los lugareños, realiza unos cuantos viajes al día con medicamentos como insulina y víveres para familiares y amigos que quedaron incomunicados.
El paso del fenómeno meteorológico dejó el mar picado, como muestra de su poder. La travesía no es sencilla, hay que sujetarse bien de la embarcación para no salir volando al momento de ingresar a la corriente, que golpea con gran fuerza.
Desde el agua, comienza a verse la devastación. Palapas que se fueron al mar, pangas clavadas en la arena y peces muertos en la orilla.
Más adelante, viene lo peor. El domingo 15 de septiembre cientos de familias del municipio de Coyuca de Benítez despertaron en la madrugada al sentir que el agua fría cubría sus cuerpos. Ya no hubo festejo por el Grito de Independencia.
La mayoría salió despavorida de sus hogares buscando ponerse a salvo; muchos vieron de lejos cómo sus casas no resistían el embate de un río que arrastraba lodo, piedras y animales muertos en las comunidades de Playa Azul, Carrizal, San Nicolás, Espinalillo, Barrio Nuevo, Cahuatitán y Pénjamo.
Sin hijos, y ahora sin casa
Sumamente afligida y con un llanto que contagia, la señora Sara Mercenario contó que apenas pudo salir corriendo con su hija y tres nietos, antes de que su vivienda fuera tragada por el agua.
En el predio que ocupaba su hogar, construido desde hace 38 años con tabla de coco y cartón, ya no quedó nada, sólo unas palmas que eran parte de su techumbre.
“El agua se llevó todo lo que tenía, y me quedé sin nada. No sé que hacer, porque soy sola; hace cinco meses me mataron a dos de mis hijos, y ahorita se llevó mi casa, me quedé sola, me quedé en la calle, y ahora no sé cómo levantar mi casa. No tengo a nadie”, comentó consternada la mujer.
Doña Sara vive ahora debajo de un árbol de mango con su familia, donde en las noches dormita por ratos, con la esperanza de despertar pronto de esta amarga pesadilla.
La fuerza descomunal de Manuel volteó autos, que terminaron con las llantas hacia arriba, repletos de lodo, inservibles. Los cultivos de coco, una de las principales actividades económicas de la región, acabaron en el suelo y ahora no hay ni siquiera dónde rezar porque las iglesias también quedaron cubiertas.
A pesar de que Leonel Ortiz, habitante de Cahuatitán, intenta hacerse el fuerte, su voz se quiebra al recordar que la lluvia acabó con su cosecha y los vehículos que utilizaba para trabajar.
Tras reconocer que lo sucedido pegó fuerte en el ánimo de la población, señaló que el agua se llevó 15 años de trabajo, en un esfuerzo por salir adelante.
“Yo, en lo particular, perdí una cosecha; mi copre estaba ahí, el vehículo ese y los otros dos para campo, también terminaron en el lodo”, precisó.
En lo que queda de las calles de la Costa Grande de Guerrero se encuentran apilados cientos de colchones, roperos, bicicletas, mesas, lavadoras, refrigeradores, ropa, fotografías y recuerdos de momentos que siempre fueron mejores.
La carretera que conduce a la cabecera municipal de Coyuca de Benítez se colapsó y las familias buscan cruzar en una panga que cobra cinco pesos por persona, en un pequeño tramo donde el agua buscó su cauce.
La tragedia se puede medir con tan sólo observar el éxodo de los pobladores que salen de sus comunidades en una búsqueda desesperada de agua y comida.
Algunos toman el camino largo, por el que atraviesan lodazales cargando en el hombro guacales con jitomate, cebolla y huevo, para apaciguar el hambre de los suyos.
Gorras en lugar de víveres
A pesar de que la Secretaría de Gobernación (Segob) ya emitió la declaratoria de emergencia para Coyuca de Benítez, la ayuda nada más no llega. En vez de despensas y víveres, la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol) envío gorras y playeras de la Cruzada Nacional contra el Hambre.
Caminando por los poblados nos encontramos a Candelario García, funcionario del municipio que iba a repartir los artículos promocionales con la leyenda “Sin Hambre” a quienes precisamente tienen hambre.
“Yo soy aquí del ayuntamiento de Coyuca, pero ellos (Sedesol) ahorita nos pidieron el apoyo de pasar este recurso para hacer una brigadas, para empezar a censar todos los daños”, explicó.
Al ser cuestionado sobre el número de despensas que la dependencia federal llevó al municipio, la respuesta fue ninguna, “todavía no nos abastecen”.
Después de tantos días de emergencia, la principal preocupación de los operadores gubernamentales es contar los daños, en un censo que todavía no empieza, en vez de atender las necesidades más apremiantes de la población.
En Coyuca de Benítez la gente clama por ayuda; en las calles enlodadas aparecen hombres, mujeres y niños con la ropa sucia y varios días de desvelo. Con palas, cubetas y escobas todos tratan de recuperar su vida, suplicando que no los olviden, porque “Guerrero no sólo es Acapulco”.